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Sedientos

  • Foto del escritor: Will Lukas
    Will Lukas
  • 8 abr 2023
  • 1 Min. de lectura

📷 Pedro Armando Junco

✍️ Pedro Armando Junco

La crisis del agua en Camagüey se agudiza cada día más. Muchas personas acuden a lo que popularmente llaman «los ladrones de agua», que no son más que unas turbinas pequeñas que se acoplan de manera ilegal a la entrada de la vivienda en cuestión y succionan el líquido de la línea central, en detrimento de aquellos que no pueden hacerlo. Por eso se les llama ladrones de agua.

Pero, ¿qué se puede hacer contra esto cuando hasta las personas muy «integradas» lo practican? Como diría el dramaturgo francés Goethe: «Poderosa es la ley, pero más poderosa es la necesidad».

Las fútiles excusas del gobierno echándole la culpa a la sequía, a las represas en estado crítico, a los motores que debieran bombea -que por algún motivo están fuera de funcionamiento- dejan desconcertada a la población y la obliga a hacer lo que sea necesario, porque sin agua es imposible subsistir.

Un dispensador particular de agua tratada puede cobrar a 5 pesos el litro de agua para beber y, paradójicamente, la cola es permanente.

Es una constante ver por las tardecitas el ir y el venir de tantas personas, sobre todo ancianos, cargando un par de porroncitos de cinco litros de agua, en bicicleta, en un coche de niño, o en una silla de ruedas.


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