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NECESITAMOS UN CAMBIO REAL Y URGENTE

  • Foto del escritor: Will Lukas
    Will Lukas
  • 30 abr 2020
  • 3 Min. de lectura

Juan Lázaro Vélez González, párroco de Mantua, Pinar del Río (Foto tomada del perfil en Facebook del autor)

«Líbrame, Señor, del malvado; defiéndeme de la mano perversa.» (Salmo 140)

Estamos experimentando un momento único para nuestras vidas a nivel global. Como es evidente en Cuba, también sentimos los efectos de la crisis de más de medio siglo a causa de un sistema anacrónico y ahora, para rematar, la crisis causada por la pandemia del nuevo coronavirus.

Hoy me anima a escribir este artículo el dolor y la esperanza de una realidad que grita a viva voz en nuestra calles: necesitamos un cambio real y urgente de sentido de la vida y de reconstrucción de la Casa Cuba.

Ante la inmensa incertidumbre de no encontrar la luz al final del túnel, es necesario que todos empecemos a brillar para encontrar una salida pacífica e inclusiva. Una salida en donde todos ocupemos un lugar importante en la construcción de una nación y que esté conectada al crecimiento de sus hijos en virtud.

Pareciera que el caos se ha adueñado de nuestras existencias y esto, como es lógico, nos aterroriza y en ocasiones paraliza, anestesiando nuestra capacidad de trascendencia.

De esto se han encargado muy bien en estos últimos días los medios de comunicación que amplifican el caos, con toda intención al parecer. Lo que no funciona hay que cambiarlo definitivamente y esto es justo lo que no acaba de ocurrir en Cuba.

Aquí lo que no sirve se reutiliza una y otra vez como parámetro de ética desde las más importantes esferas del país. Y como resultado volvemos al ciclo vicioso de que el fantasma del bloqueo externo nos mantiene con las manos atadas. Pero hemos comprobado que más daño está causando el bloqueo interno, impuesto por aquellos que se adjudican el derecho único de pensar y actuar con paternalistas decisiones.

Ningún poder puede ser pretexto para motivar a la violencia. El poder es un servicio para salvar la integridad de sus ciudadanos sin importar credo ni opciones políticas. Es proteger la dignidad humana como máxima prioridad.

La crisis que atraviesa hoy nuestra nación es una crisis de valores, de credibilidad, de instituciones, de sentido de la vida. El peso del dolor de tantos hombres y mujeres empieza a borrar de sus corazones un horizonte con oportunidades reales y duraderas.

Una gran mayoría de cubanos hemos vivido las sombras de un sistema que al parecer se queda solamente en promesas incumplidas y lejanas, donde sólo unos pocos «hijos de papá» logran acariciar el sueño de la plena dignidad.

¿Qué hacer ante esta realidad? ¿Cómo lograremos vislumbrar el horizonte esperanzador?

Por mucho que sean los avatares y los retos que la vida nos imponga debemos estar atentos y preparados en mente, vida y corazón, para servir con virtud al país.

No podemos perder la confianza en que Cuba renacerá nuevamente, sé que es posible y lo lograremos con la debida preparación y entrega de todos sus hijos, para que sea una república preñada de hombres y mujeres virtuosos, que no se fanaticen con falsos mesianismos.

Tenemos que ser conscientes que el reto es muy alto debido al daño antropológico, que por más de medio siglo ha dinamitado la mente y el corazón de gran parte de nuestros hermanos.

La virtud y la identidad nacional florecerán en Cuba porque ella las merece y las necesita inmediatamente. Pongamos todo nuestro empeño y esfuerzos. Con la Gracia de Dios juntos podemos hacer que Cuba renazca a la vida nueva.


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