La vivienda cubana rebanada en pedazos
- Will Lukas
- 25 feb 2023
- 2 Min. de lectura

📷 Neife Rigau
✍️ Laura Muñoz
En Cuba no es un secreto para nadie que el tema de la vivienda afecta a un sector amplio de la población. Esto es el reflejo de nuestras vivencias y nuestras carencias. No tener casa propia se convierte en algo tan común como dar los buenos días.
Sobre esta situación existen algunos estudios centrados en las preferencias y expectativas de la familia cubana contemporánea en relación con la vivienda. Por ejemplo, en el año 2013, la licenciada en economía Patricia M. Gazmuri Núñez -en su artículo Familia-Sociedad desde una perspectiva transdisciplinar- afirmó que «la cuestión de la vivienda de ocupación permanente en Cuba, ha pasado por varias etapas. Desde la prohibición a las personas para disponer libremente de los inmuebles en los años 60, hasta las modificaciones a la Ley General de la Vivienda en el año 2011».
Actualmente, esta problemática sigue siendo una necesidad para la sociedad cubana. Ante esta dificultad habitacional, una gran mayoría de personas se han lanzado a la batalla de la construcción.
Construir tu propia casa constituye un proyecto que para muchos se convierte en una utopía y a la mayor parte de los que lo emprenden se les pasa la vida para verlo terminado. Sin contar con la realización de innumerables trámites que se necesitan para obtener un título dominico administrativo o notarial.
Pero, ¿qué pasa con los desafortunados que no disponen de los recursos necesarios para levantar cuatro paredes y un techo? ¿Qué pasa con los que no poseen un salario que lo respalde, o no reciben remesas extranjeras? A esos no les queda más remedio que convivir y depender de la caridad de sus familias.
Por esta misma razón, la juventud demora más años en volar del nido de sus padres. Desafortunadamente no se trata del apego a la falda de la madre, sino de la necesidad evidente de compartir el mismo techo. En pocas ocasiones se aplica el dicho «el que se casa, casa quiere».
¿Qué supone estar agregado? Innumerables conflictos y situaciones que surgen en el ámbito familiar a raíz de la dificultad de no ser propietario de un hogar. Este es un tema muy común. Muchos podrían asumir que esa convivencia refuerza las relaciones y los lazos amorosos entre las familias; por supuesto que sí, en muchos casos es un hecho. Sin embargo, para otro grupo no menos importante, no tener propiedad conlleva a la dependencia constante, a la frustración familiar, a la incomodidad y a los desacuerdos dentro del hogar. La familia es reconocida como la célula fundamental de la sociedad, y tiene un lugar privilegiado para el desarrollo de las personas. Por ello es sumamente importante que quienes gobiernan respondan a esta necesidad y logren que cada familia goce al menos de una vivienda digna y confortable que le ofrezca bienestar.
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