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ESTA NO ES MI PARADA

  • Foto del escritor: Will Lukas
    Will Lukas
  • 24 nov 2022
  • 3 Min. de lectura

✍️ Colaboración especial 📷 Nachely Rivero

¡Ah, el transporte! Ya está exclamación heroica debería situarlos, amables lectores que me leen, en perspectiva. Porque aquí, todo el que lea, ha montado guagua. Y el que no, no…

¡CORTEN!

Disculpen este mal inicio, es que venía de pie y ahora fue que me pude sentar… sí, estoy en una guagua. Después de dos horas de cola, lo cual me parece, teniendo en cuenta los últimos récords, un tiempo increíblemente corto. Romeo y Julieta no experimentaron el romanticismo barroco que implica observar el amanecer en una cola, mientras con un ojo estás vigilando que no se vaya el que marcó delante, con el otro ojo estás vigilando a la señora que está cerrando la sombrilla encima de ti, con pretensiones de fracturarte la clavícula con una varilla, con el otro ojo estás vigilando al del granizado, para ver si desayunas algo, y con el otro oj…

¡CORTEN!

Yo creo que acá pasa algo raro, porque el otro día estaba conversando con una amiga mía de Santa Clara, y ella me contaba que el viaje diario a la universidad ella lo hacía en motoneta, triciclo, un burro de pelea o lo que pasara, y a veces hasta en un tren que pone la misma universidad, y entonces yo dije, “¿¡un tren!? ¿¡Kejesto, Japón!?”, y ella me dijo que dejara la bobería, que en el tal tren no caben todos, es un vagoncito de nada para el campus más grande de Cuba y más bien aquello parece la India, viajan más apretados que tres tortugas en un carapacho, y el tren regresa a las cuatro y los turnos se acaban a las seis, así que chuchubá, se va el tren y perro que nace torcido, no ladra al ciel…

¡CORTEN!

“Caballero, ¿quién habrá creado la rueda? Porque desde que se pensó esa cosita circular, el hombre la usa para transportar cargas pesadas, y a sí mismo. Eso me hace preguntarme en qué parte del cretácico temprano estaremos nosotros. Porque en los últimos tiempos, ni rueda ni ná. Bueno, sí, rueda y gasolina para lo que conviene. En el país hay más de novecientas patrullas por cada ambulancia. Y más de seiscientas por cada guagua. Ya deberían coger las patrullas de taxis, si total. Esos muchachos policías son súper educados, carismáticos, amables. Chico, cambiando de tema, qué incómodos están estos asientos para dormir, ni soñar con claridad dejan a uno, coj…

¡CORTEN!

Llega un momento de tensión en el pasillo, donde las miradas se cruzan. Todos se han percatado, pero prefieren no caer en la trampa, ignorarla. Cada día son más comunes, nadie sabe cómo llegan ahí, pero llegan, y ocasionan tensiones como estas. El instinto primario del ser humano, entregado a la codicia, a la avaricia. Alguien se decide, avanza… pero no posee la determinación suficiente, retrocede. Al fin, con la claridad mental propia de las nuevas generaciones, un niño avanza, se inclina y recoge la moneda de un peso, amarillenta, del piso de la guagua. Se la muestra alegre al padre, y en voz alta, exclama: ¡mira, papá, con esto me compraré…

¡CORTEN!

Al minuto 79, todavía no se ha registrado movimiento en el arco rival, pero eso está a punto de cambiar. El número nueve avanza, y eso les duele, porque parece estar destinado a dejarlos a todos atrás. Los jugadores del equipo rival emprenden la carrera: defensas, extremos, delanteros, olvidan sus posicionamientos tácticos diez metros delante o diez metros detrás de su propia portería, y embisten al adversario, que con una finta a la izquierda los burla de manera elegante y pasa con un rugido mecánico, ¡SIUUUUU!, mientras los otros, los burlados, recuerdan con cariño a la mamá del chófer, y le envían unos calurosos saludos, pero qué corazón el de esta afición, qué grande que sos, Dieg…

¡CORTEN!

Si le doy el asiento a esa señora que está de pie, no descanso. Si no descanso, me quedo dormido en el trabajo. Si me quedo dormido en el trabajo, me expulsan. Si me expulsan, ya no podré cobrar y comprar comida… venga, señora, siéntes…

¡¡¡CORTEEEEEEEN!!!

¡Contra, esta no es mi parada!

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