Desamparados
- Will Lukas
- 16 mar 2023
- 2 Min. de lectura

📷 Héctor Miranda
✍️ Ámbar Ferrara
Desamparo e incertidumbre. Desde hace mucho tiempo esos son los dos únicos sentimientos que me atraviesan, aunque temo que, lentamente y de forma socavada, las señales del arribo de la desesperación son más claras.
¿Que he hecho mal? ¿En qué he fallado? ¿Por qué no estoy en ese selecto grupo de los ganadores? Por qué no transita en mis venas la sangre verde de la nobleza, el gen prodigioso del emprendimiento, el gen portentoso del invento, o el gen de la proeza marítima, o aérea que brinda el salto de fe, «la fe» que solo se obtiene en tarjetas con MLC.
No debo estar en el bando de los desamparados, no debo, pues tengo -vamos a ver-, lo que está establecido que debo tener… pero, aunque lo repitan como un mantra vacío, el desamparo está alojado, dolorosamente, en esa nevera desierta, en ese temor atávico al parte meteorológico, en esos zapatos, mártires por su consagración, en la frugalidad del plato, en los ayunos, en esa sensación de peón dirigido por una mano dadivosa, que sabe cuándo, cómo, dónde y qué debe proporcionarme para mi alimento, y en ese clavo ardiente, que llevo escondido en mi alma como un crimen feroz: no estoy agradecida. No sé cómo llevar esa máscara de dolor y mentira, pues el agradecimiento es el alimento de los parásitos, como el perro atado al que su amo alimenta, para anular su voluntad.
No debo estar en el bando de los desamparados -no debo- porque el desamparo supuestamente no existe, es una falacia, una foto borrosa del pasado. ¡Somos felices aquí! Cantan y saltan alegres los bufones ante el rey: los desamparados no existen, los pobres no existen, los desesperados no existen, los que dudan no existen, los que piensan no…, cantan y cantan, bailan y ríen, cantan y comen, mientras la soga que sujeta al perro se deshace.




📷 Héctor Miranda




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