¿IZQUIERDISMO LATINOAMERICANO?
- Will Lukas
- 1 mar 2021
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✍️ Pedro Junco
El reciente triunfo electoral de algunos movimientos de izquierda en Latinoamérica, sobre todo el de Arce en Bolivia y el punteo de esa tendencia en Ecuador, entusiasma a nuestros medios informativos oficiales. Es euforia lo que pretenden inducir a un pueblo, cuyos únicos medios de información a su alcance son los oficialistas –a pesar de los agrietamientos mediáticos alternativos que hoy le corroen el monopolio–, para que esa gran masa poblacional se vaya por sobre las olas –afectiva o desafecta–, y se trague que esas tendencias responden a la política cubana.
Pero nada más lejos de la verdad, solo de pensar que cada uno de esos triunfos populares se han logrado mediante el voto libre, secreto y verificado por expertos internacionales vigilantes de la legalidad, y que en esa palestra se han debatido, en síntesis, dos posturas políticas: el izquierdismo y la derecha, con plataformas y proyectos transparentes, juramentados al compromiso de llevarlos a cabo en un período de tiempo no mayor de cuatro o seis años, según las leyes constitucionales de cada país; condiciones que colocan a la dictadura cubana a siglos luz de tales propósitos.
¡Nada de eso tiene cabida en la política feudal de Cuba! Si la población de este país no es propietaria ni del producto individual de su trabajo, carece de facultad para expresarse libremente por los medios informativos nacionales, obedece a un solo partido hermético y exclusivo y se persigue, incluso, a quienes por vías alternativas formulan propuestas de cambio, ¿puede existir una relación verdadera entre esos partidos de izquierda que hoy ganan terreno en Latinoamérica y el gobierno cubano?
Ya pasaron de moda las revoluciones del siglo XX. Los pueblos latinoamericanos se están convenciendo de que las propuestas del sistema social absolutista ideado por Fidel Castro y mal copiado por Hugo Chávez –conocido como castrochavismo–, no cumple las expectativas por ellos requerida. La miseria, la represión y el millonario éxodo de sus nacionales que sufren ambos pueblos en la actualidad, no avalan en lo más mínimo la fracasada y falsa ideología del igualitarismo. Pero lo más importante: los actuales políticos de izquierda de estos países, conocen al detalle que es improbable alcanzar el triunfo mediante las urnas tomando como íconos a Cuba y Venezuela; muy bien conocen –y lo repito– que ser amigos y dar apoyo incondicional a los regímenes totalitarios de Cuba y Venezuela constituye no solo un desprestigio moral ante la familia de países del mundo occidental donde coexisten, sino también una fantasmagórica ilusión surrealista frente a electores, hoy mejor informados que nunca antes; postura que les pondría en riesgo de perder próximas reelecciones dentro del marco liberal establecido en este hemisferio.
Ya el tiempo de triunfar democráticamente y luego cambiar la carta magna a capricho y beneficio para establecerse en el poder de forma vitalicia, pasó de moda desde los tiempos del hondureño Manuel Celaya. El derrocamiento de Evo Morales y el esquinazo de Lenín Moreno a Rafael Correa, tuvieron mucho que ver con esta inclinación morbosa de pretender eternizarse en el gobierno siguiendo los ejemplos de Fidel y Chávez.
Cuando un pueblo que no sabe vivir en democracia hace una revolución, lo único que consigue es cambiar de dueño. Esos demagogos de pacotilla que proponen lo maravilloso del País de Jauja, lo único que hacen al tomar el poder es destruir las riquezas naturales de sus tierras, arrasar sus economías y hundir a la ciudadanía en opresión y miseria, obligando a esos mismos que les creyeron y auparon hacia el triunfo, a escapar o resignarse a vivir como la ostra en la oscuridad de su carapacho. Y eso lo conoce muy bien una gran parte de los latinoamericanos. Fundamentemos en ello la esperanza.
📷 De izquierda a derecha: Andrés Arauz, Luis Arce, Nicolás Maduro (tomadas de sus perfiles en Twitter) y Raúl Castro (tomada de Granma)
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