ESTAMOS CON USTEDES
- Will Lukas
- 3 mar 2021
- 2 Min. de lectura

📷 Henry Constantin
Hace como nueve años llamé por teléfono a María Antonieta Colunga Olivera, siguiendo con mi costumbre de llamar o escribirle a gente en apuros para solidarizarme con ellos por su vigor en enfrentarse al dinosaurio, o por las dentelladas que este les devuelve. Ella había sido alumna mía unos cuantos años antes, pero no había vuelto a verla casi desde entonces. En la época de mi llamada, ella, siendo periodista del estado, se había expresado contra los dueños de este, y como suele ocurrir, el MININT había echado a andar en desquite su ubicuo mecanismo para moler gente valiosa. Es que María Antonieta acababa de contarle a todo el ciberespacio, desde su blog Nube de Alivio, que el Partido Comunista de Camagüey se estaba construyendo una sede nueva mientras los hospitales y las casas de la ciudad se caían a pedazos. Y había dicho muy claramente en su escrito que eso estaba muy mal, que era mejor que los dioses se buscaran otro Olimpo.
Hoy, nueve años después, no es por ella por quien se movilizan a reprimir -aunque es a ella a quien han molestado los policías- sino por Yoe Suárez, su esposo, un tipo que es una máquina de producir periodismo, joven de una generación de periodistas lúcidos, talentosos y muy profesionales pero a los que la Seguridad del Estado ha arrasado impunemente en los últimos años, haciéndolos callar o exiliar en un goteo sin pausa. Queda en Cuba Yoe, y queda María Antonieta, que aunque ya no escribe, apoya sin fisuras a su esposo y además, su texto contando la citación policial prueba lo que la Seguridad sabe: que ella es una bomba de tiempo en la escritura y en el civismo, y por lo tanto, antes de que otra cosa pase, hay que hacerla convencer a Yoe de que tienen que irse. Irse no a una beca temporal de la que luego regresen mejor preparados y más centrados, sino al exilio definitivo de los que decidieron no vivir en Cuba hasta que ocurra el imposible de que Cuba cambie por sí misma, estando vacía ya de todos los que quieren que cambie.
Porque los jefes de estos infelices que citan e interrogan periodistas, necesitan despejar de prensa libre el interior de la isla, y que las golpizas policiales, los templos derrumbados por la policía y los balcones derrumbados sobre niñas, las protestas de los cansados, los ríos llenos de basura, el hambre de los de abajo y la corrupción e incompetencia de los de arriba, no tengan nadie que las pueda contar de primera mano y con profesionalidad. Necesitan desesperanzarlo todo, y que La Habana y Cuba se vuelvan lugares más silenciosos y controlables de lo que ya son. Cosa que Yoe, María Antonieta y un montón zarandeado pero resistente de cubanos más, impide hoy. Por eso, a ellos, a todos los buenos, hay que apoyarlos. Y por eso hace mucho tiempo busqué un teléfono público y llamé a María Antonieta, y ahora, nueve años después, les escribo a Yoe y a ella el gesto inicial de la solidaridad, pero no el único: Estamos con ustedes.




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