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EL ROSTRO DEL PASTOR

  • Foto del escritor: Will Lukas
    Will Lukas
  • 30 nov 2021
  • 3 Min. de lectura

✍ Freyser Martínez Siempre me llamó la atención en mi niñez la iglesia pentecostal que estaba frente a la casa donde vivía mi tío. Los fines de semana solíamos ir a visitarlo y yo me sentaba en el portal. Desde allí podía observar los pocos fieles que entraban al templo; sin embargo, un parabán en la entrada no dejaba ver el rostro del pastor.

Muchos años después, supe que se trataba de una protección para evitar ser alcanzados por un huevo podrido o una piedra, pues hubo una época de tal odio a la Iglesia, que se gritaban improperios y arroban objetos hacia su interior durante manifestaciones amparadas por el régimen comunista.

Con la iglesia católica del pueblo fue peor, porque durante mucho tiempo estuvo cerrada. A la edad de doce años fui con una compañera de estudios, católica, y primero sentí miedo de entrar al lugar, luego compartí el regaño de una maestra cuando se enteró que un grupo de muchachos habíamos ido al templo —la compañera de clases finalizó en un «análisis» con sus padres por habernos convocado.

Más tarde, en 1998, el Papa Juan Pablo II abrió el camino y hasta la iglesia protestante dejó de usar el parabán. Ahora, tras los acontecimientos del pasado 11 de julio y la convocatoria de la Marcha Cívica por el Cambio (#15N), con la detención de pastores y sacerdotes que salieron a acompañar al pueblo o se sumaron de algún modo a su reclamo de libertad, se detonó una renovada ola de acoso a cristianos de todas la denominaciones. Algunos fueron puestos en libertad bajo medidas cautelares, otros continúan en espera de juicio.

Según la ONG Solidaridad Cristiana Mundial (CSW, en inglés), que vela por los derechos y libertades de profesar y practicar la fe cristiana en todo el mundo, en el contexto del 15N en la isla se cometieron varios actos de hostigamiento a representantes y practicantes del cristianismo, registrando nueve citaciones oficiales, además de numerosos activistas cristianos que fueron impedidos de salir de sus casas o advertidos/amenazados mediante llamadas telefónicas de oficiales de la Seguridad del Estado.

Un acto de repudio fue llevado a cabo el propio día 15 frente a la sede del Arzobispado de Camagüey, donde se encontraba el padre Alberto Reyes, uno de los sacerdotes que en la ciudad agramontina declaró su intención de marchar y firmó la carta de solicitud de permiso a las autoridades para manifestarse.

Casi al unísono, en La Habana, la monja católica Sor Nadieska Almeida, de la congragación religiosa Hermanas de la Caridad, fue amenazada por una turba de simpatizantes del régimen frente a su convento. La hermana había hecho declaraciones a favor de la reconciliación nacional en su cuenta de Facebook.

Por otro lado, pastores evangélicos y de otros grupos cristianos estuvieron bajo estado de sitio en las jornadas próximas al 15N, pues muchos habían considerado participar en las manifestaciones junto a sus fieles.

El castrismo es en estos momentos un monstruo mal herido y entre su dolor y la miopía que le aqueja ataca con sus garras a cualquiera que estime como su enemigo. La violencia para reprimir al prójimo ha echado por tierra su máscara de décadas y felizmente la Iglesia cubana ha respondido con una actitud despierta ante estos desmanes. Una actitud que no precisa ya del parabán protector, porque ha decidido oponer, al rostro del mal, el rostro justo y necesario del bien.

📷 Facebook/ Areópago Cubano: Pensamiento Social de Inspiración Cristiana (el sacerdote católico Alberto Reyes, desde la azotea del Arzobispado de Camagüey, filma el acto de repudio del régimen contra el local el pasado 15 de noviembre)

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