DE LA PIEDRA AL TEMPLO, SIN BLOQUEO POR MEDIO
- Will Lukas
- 7 dic 2021
- 2 Min. de lectura

✍ Freyser Martínez 📷 Twitter/ @CubanPorqui
Hace ya algunos años, un grupo de jóvenes conversábamos con el entonces delegado de nuestra circunscripción. Estábamos en una actividad de trabajo, pues se concluía la construcción de la plaza Mario Aróstegui Recio, en Sibanicú. La discusión giró en torno a los gastos de la obra y las necesidades inmediatas que existían en el poblado en cuanto a viviendas, pavimentación de calles, un local para el mercado, etc. Este dirigente comunista aseguró que la plaza era necesaria, porque la Revolución necesitaba un lugar donde librar las batallas de los tiempos modernos, que eran, según dijo, las ideas.
El caso de mi pueblo es uno más entre los tantos que podemos mencionar. El derroche de los recursos no parece importar, cuando el asunto es cantar alabanzas o torcer el relato de los hechos en favor de la dictadura.
He arrancado este escrito con una anécdota porque la historia se repite, una y otra vez. La inauguración hace pocos días del Centro Fidel Castro Ruz da fe de lo que un régimen que mantiene a su país sumergido en la pobreza puede hacer para elucubrar una ideología de la que, como también vimos hace poco en el Twitter del actual dictador, no consigue desprenderse.
Esta institución fue erigida usando la estructura de una antigua mansión del Vedado capitalino, la cual se encontraba amenazada de derrumbe, según publicó en una reseña sobre la instalación el oficialista periódico Granma. “El inmueble se encontraba tan deteriorado que el destino pronosticado por muchos era demolición”, asegura ese texto.
Resulta que, además de los recursos carísimos empleados para vencer el deterioro, el sitio para rendir culto a Fidel Castro ha sido dotado con tecnología de punta, que incluye pantallas interactivas, computadoras, cámaras de vigilancia, etc. Cada sala o habitación está amueblada con mobiliario de lujo y cuenta con servicios de gastronomía, biblioteca, entre otros, en un proyecto que involucró tanto a restauradores y diseñadores cubanos como de otros países.
Eso sí, en sus galerías no se exhiben los innumerables desaciertos del tirano, ni la prensa menciona al bloqueo como impedimento para llevar a cabo la obra. Castro murió en 2016, y en cinco años ya tiene listo su museo, un tiempo menor al que se tarda el estado en construir hospitales o escuelas, y que sólo en Cuba es emulado por la suntuosidad de los hoteles, en contraste penoso con las ruinas del resto del país.
Cuba, un país endeudado con el Club de París, con Rusia, con China, en fin, con todos, que es otro de los legados del señor al que alaban ahora en un centro, se permite la construcción de monumentos a la personalidad de sus tiranos, mientras el pueblo pasa hambre, no tiene medicamentos y sigue bajo el azote de una letal pandemia. Desde luego, las cifras de este tirar la casa por la ventana al mejor estilo norcoreano, no se publican.
Al hombre que nunca cumplió su promesa de acabar con el problema de la vivienda en la isla, le erigen un mausoleo burgués con las pompas que antes acusara y así va de la piedra al templo, sin bloqueo por medio.
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