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CINCO HITOS QUE MARCARON A CUBA EN 2021

  • Foto del escritor: Will Lukas
    Will Lukas
  • 21 dic 2021
  • 8 Min. de lectura

✍ Mario Ramírez 📷 Yunier Gutiérrez

Hay años que marcan profundamente a un país, aunque, si se trata de Cuba, sería difícil seleccionar cuáles vueltas al sol dejaron mayores estrías, en una nación donde la pasividad y la horizontalidad política de la sociedad prepararon durante décadas el terreno para la horadación de la ideología totalitaria, cuyos únicos cultivos han sido la miseria, la degradación y el sometimiento de los cubanos. No cabe dudas que el 2021 es, en lo que va del siglo en que otros países ponen robots en Marte o compiten por la supremacía cuántica, un año importante en la historia reciente de la isla. Pero no nos engañemos, no es el tiempo el que moldea la historia o la suerte de las personas, sino las propias personas las que disponen en qué tiempo pasar factura al calendario, detener el avance de un país o engrasar la maquinaria de relojería oxidada por los otros.

En una prórroga hartamente larga los cubanos hemos vivido en la irreflexión y el letargo de las fechas, como si las fechas no estuvieran marcadas en el almanaque porque algunos, antes que nosotros, decidieron reflexionar y despertar a la hora justa. Sin embargo las fechas están ahí. Dígase 27 de noviembre, 27 de enero, 30 de abril u 11 de julio, como en otra época 24 de febrero, 20 de mayo o 10 de octubre. Habría que hablar, entonces, de la palabra hito, que en un sentido más amplio quiere expresar aquello que marca a determinado ámbito o contexto y que se remite por igual a la persona, la cosa o el hecho.

Y para la macrohistoria el 2021, un año cargado de años en Cuba, es en sí un gran hito. El periodo en el que la nación cubana se impuso al concepto de estado, y aun al de país, en una isla donde las fronteras geográficas hace rato fueron borradas por la emigración, y donde el estado se declara socialista con un pueblo que ya no lo es en su mayoría. Si algo demostró el 2021 fue que Cuba continúa siendo un estado fallido, pero también una nación que es posible recuperar y un país al que sin demora debemos empezar a construir. Prueba de estas hipótesis, sin intención de someterlas a otra tesis que a la de la opinión, son estos hitos que propongo analizar como antesala a un 2022 que pudiera no ser muy distinto.

1. Efectos adversos de la Tarea Ordenamiento

El régimen parece empeñado en subyugar a la isla en lo execrable de las leyes entrópicas de la naturaleza, o así lo evidencia en cuanta tribuna se para el mandatario designado por el castrismo para la era de la continuidad, Miguel Díaz-Canel. Teniendo a mano la posibilidad de pasar de inmediato a una economía de “socialismo de mercado” al estilo de China o Vietnam, el continuismo se erige como seguidor de las doctrinas más atrasadas del falso pensamiento de izquierda de los Castro, como un tipo particular de sacrificio en pos de “sostener”, afirman, una justicia social inexistente o de hacer frente al imperio que hace buen tiempo perdió su interés en nosotros.

La Tarea Ordenamiento, no obstante, fue una carta debajo de la manga roída del tardocastrismo que sorprendió a muchos. Primero, porque se trata de una medida que debiera rendir beneficios en un período excesivamente largo para lo que podemos permitirnos; segundo, porque resuelve de una vez la necesaria unificación tributaria-cambiaria, pero escoge el peor momento para hacerlo; tercero, porque reactiva a los fantasmas de la inflación, el desempleo y el alza de los precios, contenidos en años por el espejismo del CUC.

Los resultados son adversos en su corto plazo de aplicación. Las empresas estatales han debido afrontar el año con un presupuesto reducido en más de la mitad y escasos chances de recuperarse en medio de la crisis sanitaria de la covid-19, lo que obligó a la reducción del trabajo presencial e incidió en las producciones. Téngase en cuenta que el país atraviesa el séptimo trimestre consecutivo de contracción y una caída del 13% del PIB. A eso habría que sumar la división insertada en la sociedad con el arribo del dólar y el euro al mercado interno y los negocios privados de cubanos; o la prestidigitación del estado con las tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC), como sucesora del CUC, pero en un nivel de mayor segregación para la inmensa mayoría que no tiene acceso a este capital.

2. Crisis del turismo

Aunque no es ninguna novedad, la crisis del turismo —una de las tres principales fuentes de ingreso del país junto a las remesas y la prestación de servicios en el exterior— experimenta su mayor declive en 30 años. Lo notorio es que, si bien la pandemia ha devenido virtual sepulturera de la industria turística nacional, la realidad no es precisamente así. Si se quiere encontrar un salomónico culpable, podríamos decirlo de este modo: el 2021 ha sido el jarro de agua fría en la termodinámica de la economía castrista, promotora del estiramiento de las deudas y exprimidora de las mejores ganancias con inversiones mínimas. Otros, como Emilio Morales, presidente de la firma de asesoría Havana Consulting Group, son más explícitos: “el turismo en Cuba está empantanado a causa del caótico manejo de la pandemia, las malas estrategias y el deficiente uso de los recursos financieros” por parte del régimen.

Pero lo que oculta el velo de la pandemia es una crisis que viene desde antes, específicamente desde 2018, cuando se registró el descenso del 10, 84% del turismo europeo, y en 2019, que elevó esa aciaga cifra a un 20,59%. Un fenómeno que se explica si hacemos algo de memoria y recordamos que anterior a la aparición en escena del coronavirus, ya la isla vivía un desabastecimiento alimenticio, de medicinas y del sector energético. El 2021, con todo y que vio abiertas las puertas del país a los visitantes extranjeros, apenas reportó la llegada de un 10% de lo habitual en el mercado pre-pandemia. La agudización de la covid-19, el retraso en el proceso de inmunización de la ciudadanía y la represión del régimen a las protestas pacíficas ocurridas en el período, terminaron de espantar a unos turistas que hallaron muy cerca de Cuba, en República Dominicana, un nuevo destino predilecto en el Caribe.

3. Agudización de la crisis sanitaria

Con reportes por encima de los siete mil casos positivos y decenas de muertes diarias en los meses de julio y agosto, la alarma que recorrió de forma independiente ciudades como Matanzas, Holguín o Cienfuegos se generalizó rápidamente en un #S.O.SCuba que volvió los ojos del mundo sobre una isla agobiada económicamente, sin democracia y ahora entre los peores lugares en manejar la pandemia de la covid-19. Las causas fueron múltiples, pero lo cierto es que la apertura a finales de 2020 de las fronteras marítimas y aéreas del país permitieron la inoculación in crescendo de la tercera ola de contagios en el planeta, con la agravante de nuevas y peligrosas mutaciones del SARS-CoV2.

Comenzando el 2021, varias naciones y empresas internacionales anunciaban el éxito de candidatos vacunales y la consecuente inmunización de la sociedad. Cuba, en cambio, prefirió dilatar el problema en lo que sus experimentos biotecnológicos conseguían el total de cinco fórmulas para combatir el virus, mientras miles de personas morían y casi un millón —cerca de una de cada 10 personas— sufría la letal enfermedad. El rechazo de donantes foráneos como el fondo COVAX o las propuestas de cubanos en el exilio resaltó la soberbia de un sistema dispuesto a inmolar a sus ciudadanos con tal de proseguir en el papel del David generoso, que alardea de su honda ante Goliat. Empero, el colapso de los hospitales, la incapacidad para producir medicamentos, las carencias de todo tipo en los centros sanitarios y una estrategia de control errada se convirtieron en los molinos de viento de unos ilegítimos gobernantes, cuyos crímenes algún día enjuiciará la historia.

  1. Rebelión nacional

Si de enjuiciar se trata, el régimen se apura a hacerlo en estos días navideños contra la nada despreciable cifra de sus detractores, que en un año marcado por la rebelión nacional pone en jaque a la más longeva de las dictaduras de Latinoamérica. La vuelta al sol desde el legendario noviembre de 2020, calentado por las protestas del Movimiento San Isidro y los artistas frente al Ministerio de Cultura, encendió la chispa de un 2021 en el que la inconformidad pasó a la expresión activa de todos los sectores de la ciudadanía, con el momento álgido del 11 de julio. Y, por si no bastara, a esa memorable fecha siguió la convocatoria a una marcha pacífica para promover la transición democrática en la isla, agotando hasta las heces las oportunidades de diálogo con la tiranía.

Como era de esperar, la fuerza de acción hacia delante de la sociedad civil fue correspondida con una fuerza de reacción que nos retrotrae, mediante la violencia del establishment, a los años en que la mal llamada revolución instauró en el país los métodos estalinistas para someter al pueblo y conservar el poder. Según el último informe de la organización no gubernamental Prisoners Defenders, 805 personas engrosan la lista de presos políticos en cárceles cubanas, 562 de ellos asociados al 11J. Amnistía Internacional, Human Rights Watch, Cubalex y otros también han confirmado el dramático aumento de la represión en Cuba, institucionalizada en decretos leyes como el 35 o el 105, destinados a amordazar las libertades fundamentales de los cubanos.

El año que culmina nos deja así una lucha a campo abierto entre la rebelión latente en todo el archipiélago y la represión siempre en vilo del régimen. Con la vigencia y agravamiento de las causas que llevaron al pueblo a las calles en 2021, el año entrante podría ser definitorio en las aspiraciones de libertad y prosperidad de millones de cubanos.

  1. Condena del exterior

Otro de los hitos en este intervalo de tiempo ha sido la condena prácticamente unánime del exterior hacia el poder omnímodo de la isla. La violencia contra los manifestantes, el incremento de leyes coercitivas, la división económica de clases de acuerdo a una ideología y la negativa a introducir cambios democráticos en el esquema de gobierno han estado en la mira de ONG y diplomáticos de todo el mundo, en el primer año de Cuba como parte del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas para el lapso 2021-2023.

Para empezar, una de las mayores decepciones del régimen en 2021 fue la posición asumida por el mandatario estadounidense Joe Biden, quien contrario a lo que podía suponerse declinó la política de acercamiento con Cuba de su antecesor demócrata Barack Obama y apretó las tuercas que asfixiaron al postcastrismo en la era Trump. Más sanciones añadidas al embargo económico, ley Helms-Burton, prohibiciones de entrada al país norteño a funcionarios cubanos, ubicación en la lista de nacionales censurados y de promotores del terrorismo, configuraron la repulsa de Estados Unidos a la dictadura.

Por su parte, la condena del Parlamento Europeo (PE) fue constante. El viejo continente, aliado estratégico del régimen desde el comienzo del nuevo milenio, parece encaminado a romper los vínculos con un país que no respeta a sus ciudadanos y aprovecha la ayuda de Europa para fines antidemocráticos. En varias sesiones y votaciones a lo largo del año, el bloque de países coincidió en denunciar la opresión en la que el estado totalitario mantiene al pueblo de la isla, imposible de ocultar a las cámaras de diarios europeos como BBC y AFP durante y después de las manifestaciones del 11J. La canción contestataria “Patria y Vida” llegó a la mesa de discusiones del PE de la mano de sus intérpretes, mientras el repudio enérgico de naciones como Lituania hacen pender de un hilo el Acuerdo de Diálogo Político y de Cooperación con la mayor de las Antillas.

Con un panorama en el que incluso izquierdas como la que acaba de llegar al poder en Chile condenan la política castrense del continuismo, los sucesores de los Castro deberán replantearse su estrategia de cara al mundo, cuando todas sus máscaras rodaron a tierra por el golpe mortal de las protestas. De momento, Díaz-Canel desaprovecha la oportunidad para amnistiar a los manifestantes encarcelados y mejorar una imagen lo suficientemente sucia para no sobrevivir siquiera a su segundo mandato. Los juicios a participantes en el 11J, algunos no registrados en los informes de las ONG, podrían batir los récords en la población carcelaria por motivos políticos de la isla e inaugurar un 2022 en el que el reclamo de la sociedad civil cubana se transforme en sentencia.

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