TRES AÑOS DE INTERNET MÓVIL: OTRA CONQUISTA DE NUESTROS DERECHOS
- Will Lukas
- 10 dic 2021
- 4 Min. de lectura

✍ Freyser Martínez 📷 Nachely Rivero
Un hombre vestido de negro provoca comentarios de esquina en el pueblo. Unos dicen que es un terrorista y otros que es de la CIA. En verdad yo lo vi un par de veces, estaba un tanto cambiado, pero era él. Siempre vivió en el pueblo. Unas semanas después nos conocimos y supe que era un periodista independiente; corría el año 2008.
En ese entonces, según me dijo, la información de la prensa libre se enviaba desde un teléfono público a una emisora extranjera. Él y su esposa reportaban para Cubanet. Desde una sala de navegación, único recurso de la época para conectarse, pude leer por primera vez las noticias sobre la realidad de mi país que no conocía o que no divulgaba el oficialismo, y que mi paisano transmitía como lo más normal del mundo.
Hoy ellos no viven en Cuba y ni siquiera sé si siguen haciendo periodismo. Tampoco importa mucho, pues desde hace tres años los cubanos podemos acceder a la telaraña mundial desde nuestros móviles, y enterarnos, como es nuestro derecho, de lo que acontece aquí y allá, e incluso, como en mi caso, ejercer también la profesión de informar y opinar sobre los sucesos.
Quizás llegáramos tarde, dada la tozudez del régimen, a la conexión global, pero no cabe dudas que hemos sido de los países que mejor aprovechamos el internet móvil para lo que, en definitiva, más nos urge, que es el reclamo de nuestras libertades fundamentales. En ese sentido parece profético que los datos móviles llegaran cerca de esta fecha, cuando se celebra el día internacional de los derechos humanos.
Recordemos que, antes de la inserción de los cubanos al ciberespacio, las noticas llegaban de sólo dos formas: la televisión y la radio o el periódico oficial. Todos los medios de comunicación masiva pertenecían, sin competencia, al monopolio del estado. El trabajo de los medios independientes era muy escaso y se resumía a la impresión de folletos que pasaban de mano en mano, las noticias en emisoras radiales clandestinas y el tuiteo por SMS. Hubo más de un periodista que logró pasar artículos «incómodos» mediante los cibercafés en los hoteles, y en muy contados casos quien burló los controles de las salas de navegación de Etecsa.
Sin embargo, este lento avanzar de la prensa libre, sumado al esfuerzo de las ONG, la sociedad civil cubana y la presión internacional, condujeron al régimen a la aceptación del internet masivo que, a pesar de los altos costos de sus tarifas, permitió a los medios independientes la prontitud de un trabajo diario, los podcasts, videos, multimedias, publicaciones en sitios webs y redes sociales y en fin… todo un trabajo de empuje mayor para llevar al pueblo la verdad y narrarles sin tapujos la realidad de la isla.
Esta nueva mutación de las vías y el alcance de las comunicaciones no pasó desapercibida para el sistema, que meses atrás se vio obligado a cambiar la naturaleza del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), por el Instituto de Información y Comunicación Social (IICS), ampliando el ámbito del control estatal sobre lo que se dice o se escucha en Cuba. Además de la aplicación del decreto ley 35, que regula las publicaciones de los cubanos en la red de redes, estableciendo cuantiosas multas y sanciones para quienes cuestionen en los espacios virtuales al virtual poder de la dictadura o critique su ideología.
No obstante, gracias al internet se conocieron proyectos como el Movimiento San Isidro y su lucha contra el decreto ley 349; la protesta de jóvenes artistas frente al Ministerio de Cultura el 27 de noviembre de 2020; las disímiles denuncias en las redes sociales sobre violaciones a los derechos de los ciudadanos y un largo etcétera. Sin internet móvil no se habría materializado en la forma en que ocurrió, espontánea e instantáneamente, la protesta que comenzó en San Antonio de los Baños el pasado 11 de julio y que terminó abarcando a todo el país. Sin internet no tendríamos cómo denunciar hoy los centenares de presos políticos que continúan encarcelados por ejercer su derecho a la libre expresión.
Tampoco habría llegado, tan pronto en una nación que empieza a tener voz, el #MeToo que provocó la indignación y la solidaridad con las víctimas tras las recientes acusaciones por abuso sexual contra un personaje público. Y así podría seguir enumerando la lista de logros para la sociedad cubana que han significado estos tres años de datos móviles, en los que todos hemos estado más cerca, superando las limitaciones de una pandemia terrible; hemos roto récords de conectividad en Facebook y otras redes y generado debates que han pasado a ser tendencia en el mundo, como lo fueron durante meses los mediáticos hashtags #SOSCuba, #PatriayVida, #11J o #15NCuba.
De algún modo, nuestro archipiélago ha ampliado sus fronteras en estos tres años, más allá de la geografía, la historia o la crisis migratoria, y esa es otra conquista de nuestros derechos.
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