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LOS CDR: CADÁVER INSEPULTO DE LA «REVOLUCIÓN»

  • Foto del escritor: Will Lukas
    Will Lukas
  • 28 sept 2020
  • 3 Min. de lectura

Texto y foto: Freyser Martínez

Uno de los recuerdos que tengo de los CDR (Comité de Defensa de la Revolución), es la noche en que en acto público me hicieron miembro de ese gremio, del que solo sabía que era obligatorio pertenecer. A los 14 años uno no es capaz de discernir a qué quiere pertenecer, políticamente hablando, sin embargo, nos introducen en una organización de masas cuyo objeto es, en esencia, la represión.

El sonido de la persiana que se abría cada madrugada, siendo joven, es algo que se ha quedado en mi mente. Mi adolescencia, y primeros años de juventud, los pasé en una comunidad de tres edificios donde solían vivir dirigentes de varios organismos estatales, y muy cerca del Comité Municipal del PCC (Partido Comunista de Cuba) en Sibanicú. La sensación de siempre estar vigilado me acompañaba como una sombra.

Las reuniones del barrio, en las que te señalaban si te ausentabas, los trabajos “voluntarios” y la “guardia cederista”; la familia, siempre aconsejando que había que participar en todo desde temprana edad, de lo contrario podrían sobrevenir problemas sobre uno; en fin, un cúmulo de obligaciones que no pedí y que no me tocaban por ley, y el incumplimiento de las cuales me llevó a tener un “aval negativo”, con el que vi frustrada una beca a los 19.

No podemos negar que, en el espacio comunitario, algunas iniciativas de los CDR son positivas, como en los casos de las donaciones de sangre y la higienización del barrio. Pero para eso no hace falta la constitución de un organismo cuyo principio rector fue, y es, vigilar al vecino, acosarlo —y acusarlo— e interferir en el libre desarrollo de sus actividades. Hasta tal punto se ha visto empoderada esta institución que resulta, en muchos casos, decisiva a la hora de obtener una plaza, una carrera universitaria o el ingreso a alguna otra entidad estatal. Sin embargo, la subsistencia de los CDR es parasitaria. Es decir, su financiamiento proviene del bolsillo de la población, exclusivamente. No produce nada, excepto el servicio de control que garantiza a las autoridades del régimen. Un presidente de los CDR —hay uno por cuadra— lleva un registro de direcciones donde toda persona que resida en su “jurisdicción” debe estar anotada debidamente, con su nombre y número de identidad, entre otros datos personales.

Actualmente la organización ha perdido fuerzas, a pesar de los intentos desesperados del régimen por rescatarla, con propaganda y concursos de participación. Existen barrios que desde hace muchos años no cuentan con esa estructura. Cualquiera escribe el necesitado aval para un empleo estatal. Las investigaciones realizadas por funcionarios del Ministerio del Interior son encargadas a los militantes del PCC de la zona o a combatientes jubilados, debido a la inexistencia o disfuncionalidad del comité.

Este aniversario, que con bombos y platillos la oficialidad celebra y que, desde finales de agosto, ya en la televisión estaban promoviendo, llegará como homenaje póstumo a lo que hace tiempo es un cadáver. Con la salvedad de que, al no poder “celebrarse”, nos ahorramos esta vez un gasto más de dinero y combustible en un país en profunda crisis sistémica. ¿No sería mejor seguir la pauta de este año, que por desgracia ha sido tan desventurado, para abolir algunos lastres?

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