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EL OLVIDO DE LA MONTAÑA

  • Foto del escritor: Will Lukas
    Will Lukas
  • 2 jun 2021
  • 2 Min. de lectura

✍️📷 Susana Vázquez Vidal

(Publicado originalmente en la revista La Hora de Cuba, nro. 2, 2014)

Durante dos días anduve por pueblos fantasmas. Detuve mi mirada en cada casa y solo pude encontrar desolación, tristeza, olvido. De vez en cuando alguien cruzaba por mi camino, pero era un ente vacío, que andaba porque algo había que hacer para no morir de aburrimiento.

A casi mil metros sobre el nivel del mar, escondido entre las montañas, el espacio es el que habita en las personas. Las casas son las portadoras de vida porque la gente hace rato dejó de preocuparse por vivir, tan solo existen entre ríos y piedras.

El estar tanto tiempo cerca de las nubes ha provocado que se preocupen cada vez menos por permanecer en la tierra, ¿para qué percatarse de la realidad cuando la posibilidad de conocer más allá de las montañas se anula ante la pobreza material? La rutina diurna resulta agobiante y la noche se resume entre tragos de alcohol para los hombres y la fe salvadora para las mujeres, quienes acuden cada noche a escuchar la palabra de Dios en una casa de culto. Por eso prefieren no percatarse de quiénes son ni buscar más allá de sus ojos, los sueños solo les sirven para dormir bien y flotar en globos de ilusión.

Allá arriba los pies y los caballos son los principales medios de transporte; el tiempo se ralentiza y las distancias parecen inalcanzables. Por eso es preferible no pensar en el sentido de la existencia y dejarse llevar por las mismas acciones diarias que hacen desaparecer poco a poco el alma del cuerpo.

Así pasan los días sin descubrir que la casa comenzó a habitar un cuerpo, que el río es el que baña la piel y los animales recogen la cosecha. Nadie despierta del letargo, al contrario, solo da pasos hacia un dormitar más profundo.

Resulta difícil acceder hasta los pueblos fantasmas por lo intrincado y difícil de los caminos, quizás por eso los habitantes de mi aldea desconozcan de sitios como estos e incluso nieguen su existencia porque en sus cabezas no cabe la idea de ver espectros que se parezcan a ellos. Eso sería algo supersticioso y demoníaco.

Pero el demonio nada tiene que ver con los pueblos fantasmas, sino años de letanía que han llevado a la desaparición de los habitantes de esas montañas. ¿Pero por qué seguir en el mismo sitio y no huir de las alturas?, porque su universo siempre ha estado allí, el llano no es para ellos. Aún los niños y jóvenes tienen esperanza de escapar, ¿pero podrán hacerlo o quedarán atrapados en el aire puro? Depende de su voluntad.

Para quienes se queden, el tiempo pasará sin prisa. Las casas seguirán en el mismo sitio, habitando las esperanzas y callando los sufrimientos del olvido.

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