DE LA REVOLUCIÓN ENERGÉTICA A LOS APAGONES
- Will Lukas
- 18 may 2022
- 3 Min. de lectura

✍️ Freyser Martínez 📷 Nachely Rivero
Tengo una imagen que no se ha borrado de mi mente y me resulta medio graciosa. Fue el día en que Fidel Castro, en un programa de transmisión nacional, se burlaba de los ventiladores inventados por el pueblo para poder refrescarse en las noches de calor intenso, hasta que le falló la prueba en vivo de un ventilador «oficial», de aquellos de la “revolución energética”. La revolución ahora se iba a energizar, como cien años atrás la Rusia de Lenin, y el fallo sería un aviso del fracaso que actualmente nos ahoga.
Se movilizaron los conocidos entonces como trabajadores sociales y otros jóvenes, con la tarea de cambiar bombillos, ollas viejas, hornillas artesanales, televisores, refrigeradores, y en fin… todo lo que supusiera un alto consumo de energía. Era la época de Chávez y la inyección de petróleo a la isla, pero también se salía de un período especial donde campeaban los apagones de catorce horas. La promesa de no volver a ellos, decidió a todo el mundo.
En ese tiempo no se habló mucho de si el embargo estadounidense era un escollo para importar piezas de repuesto. Era también la época de la conquista china de nuestro mercado, capaz incluso de invertir en producciones nacionales. La gente se deshizo, pues, de los incómodos fogones de luz brillante y hasta de las hornillas de carbón, para dar entrada en sus casas a las hoy museables ollas Liya.
Sin embargo, el encanto duró muy poco. La nueva gran crisis ya asomaba el rostro.
A inicios de julio de 2016, durante su intervención en la Comisión de Asuntos Económicos de la autotitulada Asamblea Nacional del Poder Popular, Marino Murillo, vicepresidente del Consejo de Ministros, reconoció que existían problemas con la disponibilidad de petróleo y aclaró que esta coyuntura exigía “un estricto ahorro y un uso eficiente de la energía y los combustibles”. Era la primera de sucesivas coyunturas a las que parece que quieren acostumbrarnos.
Las nuevas disposiciones, desde luego, afectaron fundamentalmente al sector estatal. No obstante, se apostaba ahora por la “revolución informática” o “informatización de la sociedad”, dejando a un lado la energización del ya difunto Castro. ¿Cómo se puede digitalizar una sociedad que no cuenta con una red de generación eléctrica?, me preguntaba y me sigo preguntando.
Pero el quijotismo del régimen es totalmente ciego a la realidad. Un país donde no todos cuentan con el acceso al gas licuado, donde la mayoría de la población dejó de usar la luz brillante para la cocción de los alimentos, ahora se ve duramente afectado. Para las autoridades del país está lejos de su visión resolver de una buena vez la independencia energética y lo peor son las mentiras, la invención de que una termoeléctrica u otra se rompen al unísono, el irreconocimiento de que nuestras reservas de petróleo ya no son las mismas, perdida la influencia sobre Venezuela y con Rusia atareada en expandir su imperio.
La coyuntura de 2019 fue quizás el único momento de alguna sinceridad con respecto a la verdadera crisis que afrontamos, pero la lección del 11 de julio de 2021 los ha hecho retraerse en sus pretextos y administrar la dosis de apagones que nos tocan. El régimen sabe que sin energía, con apagones en la era de internet, tiene muy pocas probabilidades de sobrevivir y sí de enfrentar un 11J cada año, pero la inercia del fracaso sigue moviendo sus hilos.
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