DANIEL ORTEGA CONTRA EL IDIOMA ESPAÑOL
- Will Lukas
- 8 jun 2022
- 4 Min. de lectura

✍️ Mario Ramírez 📷 Getty Images
Hace una semana, la noticia debió habernos estremecido como la caída de una bomba, si no fuera por lo (mal) acostumbrados que estamos a los atentados contra la libertad en América Latina: el régimen de Daniel Ortega cerró, de golpe, la Academia Nicaragüense de la Lengua y otras 82 organizaciones no gubernamentales a las que acusó de estar inscritas como “agentes extranjeros”. Una acusación que se ciñe estrictamente al guion totalitario en el que parecen estar de acuerdo Cuba, Nicaragua y Venezuela. Si en el país de los volcanes, al menos hasta este primero de junio, existían instituciones con ciertas libertades para pervivir al margen del poder, el paroxismo de la dictadura sandinista va haciendo tender a cero estas escasas libertades, mientras borra los límites de parentesco con sus aliados autócratas.
La caballada orteguiana sigue la estela de sus homólogos, Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel: la persecución implacable de todo lo que pueda poner en crisis la imagen del establishment. Como esta imagen es en sí, endeble, al cabo resulta que el gesto más leve de autenticidad la desnuda de forma escandalosa, sea con unos muñequitos que imitan al babieca venezolano o un calcetín y unas siglas que hacen temblar al cubiche. Preocupados por la cara que muestran al exterior —véase la perreta armada por la exclusión de sus regímenes de la actual Cumbre de las Américas—, a costa del deterioro interno de sus países, estos déspotas iletrados resultan más agentes extranjeros que cualquier embajada u ONG. Ellos sí que reciben financiamiento foráneo, y de la peor calaña, proveniente del totalitarismo chino o, encomendando el alma al diablo, de la mayor amenaza en nuestros días para la paz mundial: Vladimir Putin. Ellos sí que violan la ley cuando pasan por encima de los derechos humanos y de la dignidad plena de hombres y mujeres. Daniel Ortega es —en Nicaragua me entenderán— el verdadero zancudo que chupa la sangre de su pueblo.
Eso ha sido desde que se hizo con el poder de las armas en el país centroamericano y bajo la asesoría de los Castro —primera misión ideológica del entonces joven Díaz-Canel— en la década de los noventa, pero sobre todo con su arribo absoluto a la presidencia en 2007, y tras la crisis de 2018 que dejó centenares de muertos en protestas antisistema. Actualmente, con 76 años, en su quinto mandato y con una oposición nulificada por los cachimbazos de la Asamblea Nacional sandinista, el dictador entra en esa fase de locura que tanto atrajo a los novelistas del boom, pero que siempre supera, por horror, a la ficción. Más de 300 entidades, sean de oposición o no, han perdido personería jurídica en la tierra de Rubén Darío, al tiempo que se encarcela y destierra a periodistas, activistas y escritores, sin importar que se trate de voces reconocidas como las de Gioconda Belli o el Premio Cervantes de Literatura en 2017, Sergio Ramírez. La propia Belli ha denunciado esta “guerra sin cuartel contra el pensamiento y la inteligencia”, que también afecta a profesionales de la salud —más de 400 exiliados—, religiosos y otros tantos actores de la sociedad civil.
El caso de la Academia Nicaragüense de la Lengua es especialmente grave, por ser, con 94 años de existencia, una de las instituciones más longevas de la nación y de las primeras academias del idioma español. Sobrevivió, y no es poco, a la dinastía de los Somoza, quizás por llevar en su raíz la progenie preciada de los Chamorro, Pedro Joaquín Chamorro Zelaya y Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, entre sus fundadores y sostenedores. Este último, asesinado por sicarios de Somoza Debayle en 1978, a pesar de los cual la academia siguió en funciones regalando al español más de 2200 palabras, algunas de las cuales he usado aquí. Enterado de la noticia de su clausura, el director de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), Santiago Muñoz Machado, catalogó la medida como “un paso más allá de la opresión”. “No es ya una agresión a una libertad, la de asociarse o de opinar. Es cortarle la lengua a la gente”, denunció en un comunicado de la RAE. El fondo del problema es aún más agobiante, si se piensa que es el pueblo el primer responsable en velar por la edificación de la cultura y que, en cambio, ha erigido en nuestras naciones una generación despótica y canuta. Daniel Ortega es el zancudo —en la RAE me entenderán— que chupa la sangre al idioma español.
El cierre de la sede de la Academia Nicaragüense de la Lengua sigue en orden, en el plan de defenestración orteguiano, al del diario La Prensa, tal vez el periódico independiente en funciones más antiguo de Latinoamérica, fundado en 1926 por Chamorro Zelaya. Y he aquí la esencia de esta novela de mal gusto: la historia de Nicaragua es la de unas cuantas familias que luchan con intereses encontrados en regodeo o riña con el poder, llámense Solórzano, Debayle, Somoza o Chamorro. Para nosotros, observadores a distancia, es claro ubicar en el lado bueno a los que dieron a Nicaragua una prensa y una academia de la lengua libres, pero además una mujer, Violeta Barrios de Chamorro, capaz de derrocar al malo, o un periodista, Lorenzo Holmann Chamorro, que sigue preso por criticar a la familia disfuncional de Ortega. Para la familia mayor que debería ser la humanidad, las acciones de este dictador son alarmantes.
✅ Síguenos en Twitter (@LaHoradeCuba20), Instagram (lahoradecuba) y en nuestros canales de Telegram y YouTube (La Hora de Cuba).
Comments