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  • Foto del escritorTeam Redacción

¿DÓNDE BOTAMOS LAS PILAS EN CUBA?

🏻📷 Inalkis Rodriguez Lora

En materia de reciclaje, si hay que hacer un escalafón mundial, nuestro país estaría entre los últimos de esa lista. Por lo menos donde vivo, en Camagüey, o en el resto de las provincias que he visitado, nunca he visto cestos clasificados para cada tipo de basura, como los hay en otros países. Tenerlos pareciera un lujo, pero se trata de una medida de primer orden. ¿Cómo deshacerme de unas baterías que ya no sirven? ¿Debo botarlas en el mismo sitio, junto a los demás desechos, para exponer y exponerme a los potentes químicos (mercurio, cadmio, litio, plomo) que desprenden, y que son contaminantes que a la corta o la larga nos pueden afectar gravemente por su alto grado de toxicidad?

El solo hecho de arrojar a la basura una batería común, de las que usamos, por ejemplo, en los relojes de nuestras casas, puede ser altamente peligroso para la salud. Según un artículo publicado en el sitio digital Nueva Conciencia Verde, en 2009 —“¿Cuáles son los daños a la salud que provocan los componentes de las pilas?”—, la exposición a estos químicos puede provocar cáncer y el consumo constante de alimentos contaminados con mercurio ocasiona cambios de personalidad, pérdida de la visión, memoria, sordera o problemas en los riñones y pulmones —esto último también consecuencia del cadmio. En mujeres embarazadas, además, el mercurio puede llegar a acumularse en la placenta y provocar daños en el cerebro y tejidos del neonato.

Según el artículo citado, una pila AAA, de las frecuentes en los mandos a distancia de los televisores, basta para contaminar 600 000 litros de agua, una cantidad mayor de la que bebe como promedio una familia de cuatro miembros durante toda su vida. Si un niño ingiere por accidente una pila “botón” (las que requieren los relojes digitales de pulsera), una vez que esta se mezcle con los jugos gástricos del organismo el metal se vuelve muy corrosivo y puede perforar estómago e intestino, y provocar enfermedades como la peritonitis química o bacteriana.

No solo los humanos corremos riesgos con estos residuos. A semejante polución están expuestas las plantas, el agua, los peces, el aire, la tierra, en fin, todo el medio ambiente cercano a donde son arrojadas las pilas. No en vano en España, Estados Unidos y Argentina, por citar algunos ejemplos, se usan recipientes clasificados por colores para cada tipo de desperdicios.

Entonces, ¿qué se hace cuando una pila ya no sirve? En Camagüey la respuesta es sencilla: se arroja a la basura común, mezclada con plásticos, desechos de alimentos, cristales y mucho más. Luego pasa a un vertedero en los alrededores de la ciudad. Si vives en el campo la situación empeora, pues la basura va a parar a cualquier parte del patio, en la tierra, muchas veces cerca del pozo que provee de agua a personas y animales. A pesar de que gran parte de la población, viva en el campo o la ciudad, es consciente de que las pilas están cargadas de agentes contaminantes, no le preocupan las reacciones negativas que su desecho sin cuidado pueda traer. Quizás porque la cultura al respecto es insuficiente y es necesario insistir, divulgar y tomar medidas con este peligroso tema.

Por eso es de suma importancia que cada desecho sea clasificado y depositado en cestos o contenedores identificados por colores. Fuera de Cuba, el cesto de color rojo es el que se usa para echar desechos peligrosos como las pilas, baterías, insecticidas, aceites, aerosoles, o productos tecnológicos. Allí permanecen hasta que son recogidos y llevados a industrias especializadas para trabajar con químicos y se puede reciclar de un 55% a un 75% dependiendo de la humedad de las pilas. Principalmente se recuperan el hierro y el zinc y en menor medida, aleaciones de metales que se envían a fundiciones para la fabricación de diferentes productos, según un artículo del 14 de mayo de 2015 en la web Ecoticias.

La escasez de conciencia ambientalista va de la mano de muchos cubanos e instituciones. El Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) hace muy poco al respecto. En la Gaceta Oficial de la República de Cuba, en Edición Extraordinaria, La Habana, 11 de Julio de 1997, el CITMA dedicó 44 páginas a hablar de la protección del medio ambiente y la importancia de protegerlo y darle un uso racional. Más adelante quedó establecida la ley 81 (Ley del Medio Ambiente), en uno de cuyos acápites dice: “El estado establece y facilita los medios y garantías necesarios para que sea protegido de manera adecuada y oportuna el derecho a un medio ambiente sano”. Sin embargo, en la realidad no han hecho nada en este asunto.

Para este trabajo entrevisté a dos trabajadores por cuenta propia del sector de las tecnologías celulares, quienes prefieren no revelar sus identidades. Uno de ellos contestó a propósito del tema: “yo no boto las baterías, las tengo guardadas en una caja”; el otro dijo “yo boto pocas, pero la mayoría de las veces las dejo por ahí”, que accedió a mostrarme algunas que tenía sobre su mesa de trabajo. Ambos estaban al tanto de la contaminación que generan las baterías, pero no parecieron preocupados por las consecuencias de desecharlas de forma indebida. En general, no puede decirse que el sector privado tenga una conciencia ambientalista que difiera mucho de la del estado.

Basta googlear un poco para encontrar las iniciativas de otras regiones sobre cómo convertir los desechos contaminantes en material aprovechable en la industria. Así como la penalización de aquellos que irresponsablemente contribuyen al daño de las condiciones de vida del planeta.

Mientras tanto, en Camagüey, y en toda Cuba, nos preocupa cada día menos contaminar más. Hay que buscar una solución que nos involucre a todos, al CITMA, pero también al cuentapropista en su negocio y al ciudadano en su casa, para evitar, y aun aprovechar, esto que hoy puede ser un problema. Tenemos que salir de nuestra zona de confort y tomar percepción del riesgo que acarrea un asunto aparentemente sencillo. Cuba tiene que ponerse las pilas con las pilas.


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