Cuba, tan lejos de Guáimaro
- Will Lukas
- 10 abr 2023
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📷 Neife Rigau
✍️ Ámbar Ferrara
Hoy se cumplen 154 años de la Asamblea de Guáimaro. A pesar de la distancia en el tiempo, este hecho nos presenta lecciones trascendentales que van más allá de los razonamientos reductivos de las típicas clases de historia.
Nuestros próceres enfrentaron un difícil trabajo de parto para dar a luz la república y formar un estado de derecho. En tan delicado momento se decidió una de las cuestiones determinantes para la isla que se pretendía emancipar: ¿quiénes manejarían el poder, y cómo lo harían?
Guáimaro tuvo muchos debates, pero el tema central fue el dilema por el manejo de los poderes. Céspedes abogaba por un mando único donde la función militar y civil fuera asumida por la misma persona, mientras que los camagüeyanos y otros afines, representados principalmente por Agramonte, eran partidarios de la separación de poderes al estilo liberal, donde el poder ejecutivo, el legislativo y los tribunales son independientes.
¿Por qué tanta preocupación? El poder en manos de uno conduce irremediablemente a la tiranía. Se cernía el miedo ante el surgimiento de caudillos militares que podían detentar todo el poder y asfixiar a la república, y con ella, las ansiadas libertades políticas y civiles aún sin conquistar.
Esta conciencia, cuyo basamento teórico era la tendencia ideológica liberal, tiene como referencia la obra “El espíritu de las leyes”, del filósofo Montesquieu, que expone la separación de poderes como garantía principal para formar un gobierno justo.
Resonaban aún las terribles experiencias del bonapartismo y los dictadores latinoamericanos. Entonces era lógico que algunos cubanos temieran la autocracia y abogaran por el imperio de la ley, sustentados en un fuerte constitucionalismo. Según el propio Montesquieu: “Cuando en la misma persona o en el mismo cuerpo de magistrados, la potencia legislativa y la potencia ejecutiva están reunidas, no puede haber libertad, porque se puede temer que el mismo monarca o senado pueda hacer leyes tiránicas, para ejecutarlas tiránicamente”.
Aunque la República de Cuba en Armas tuvo muchos desaciertos, fue en Guáimaro donde la práctica política cubana dio sus primeros pasos en democracia, sistema que, si bien no es perfecto, es el único que permite al ciudadano ser depositario del poder.
La república cubana, sustentada en la separación de poderes, se ha postergado demasiado y ha sufrido continuas frustraciones.
Hoy el pueblo de Cuba padece las consecuencias de la nefasta concentración de poderes, la intolerancia del pensamiento único encarnado en el dominio de un partido y los descalabros voluntaristas de una élite de burócratas que ejerce la violencia de forma arbitraria saltando impunemente sobre el estado de derecho, todo ello muy pero muy lejano a lo que se quiso lograr hace 154 años en Guáimaro.
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