APOLOGÍA DEL EXILIO HISTÓRICO
- Will Lukas
- 24 jul 2022
- 3 Min. de lectura

✍️ Colaboración especial 📷 EFE/ Cristóbal Herrera-Ulashkevich
“Exilio histórico” es el término que se suele usar para referirse a la parte de la comunidad cubana en Estados Unidos que emigró en la década del sesenta, inmediatamente después de la llegada al poder de Fidel Castro. Este grupo cada día se comprime más por la desaparición natural de sus miembros. Entre ellos, es frecuente encontrar a muchos interesados en sus propiedades y herencias dejadas en Cuba… pero ¿quién duda que estos exiliados sean cubanos? ¿quién se atreve a desautorizarlos por su origen social y pensamiento político? ¿tendrían derecho a participar de la política cubana en caso de un hipotético cambio de sistema?…
En momentos en que el diálogo se presenta como una cuestión necesaria e impostergable, ante las evidentes grietas del régimen y la paulatina toma de conciencia cívica de una parte del pueblo cubano, hay que considerar también que el exilio histórico alzará su voz.
Basta dar un paseo por los barrios residenciales habaneros para sentir la reminiscencia de otra Cuba, hermosa, olorosa, elegante, refinada. Pero esa Cuba, la que habitaron los exiliados, ya no existe. De esa Cuba, que fue y no es, apenas nos quedan memorias, fotos, algunas mansiones y muchas ruinas y columnas fracturadas. El régimen nos ha hablado muy mal de los moradores anteriores de esas casas, “burgueses” y “gusanos”, la mayoría, gente que «huyó», que no quiso «colaborar», personas que temieron perder su statu social y que quieren regresar un día a despojarnos de todo lo que, “por obra y gracia de la Revolución”, es ahora nuestro. Pero no perdamos de vista que las escuelas, embajadas, oficinas de trámites, ministerios, hoteles, museos, viviendas multifamiliares y demás, antes del ’59 albergaban a otras almas.
Estas almas, ni superiores ni inferiores mas que por la bondad y la moralidad de sus intenciones, perdieron sus casas, sus propiedades, sus cuentas en el banco, sus trabajos, su país, algunos tuvieron que dejar atrás a familiares y amigos que se negaron a emigrar, y todo eso aceleradamente… Yo no sé aun lo que es perder todo de golpe y trocar radicalmente el estilo de vida, imagino que fue doloroso. Más allá de la certeza de que la mayoría no necesitaba tanto para vivir dignamente, queda la cuestión de cuál fue la falta: ¿distribuir mal su riqueza o el mero hecho de poseer alguna? ¿hubo culpa o sólo envidia?
Lo que pasó luego, lo sabemos, Robin Hood bajado de la Sierra se enseñoreó en el botín de los ricos, y repartió entre los pobres y los recién llegados una parte, la otra se la guardó para sitios oficiales y para los nuevos ricos, pues todos los sistemas tienen sus clases privilegiadas, aunque no todos insisten tanto en su propia «pureza» como el socialismo.
Y el rencor se enquistó a ambos lados del charco, y el veneno pasó a las nuevas generaciones.
La cuestión de la restitución de los bienes expropiados es sumamente espinosa. El régimen cubano la usa a su favor y la población de la isla, que es hoy el doble de lo que era en la etapa anterior, rechaza en buena parte este punto. No obstante, todavía hay personas que guardan, en la misma gaveta, el carnet del Partido Comunista de Cuba y los títulos de propiedad expedidos en la república.
El exilio histórico, con sus reclamos, su ideología y sus resquemores aún no desaparece del todo. En Cuba poco se sabe de ello, pero habrá que llenar esas lagunas. Habrá que aprender a mirar a esa comunidad con respeto, respeto por todo lo que perdieron y por todo lo que levantaron en su nuevo entorno. La receta para dejar en segundo plano las desavenencias e intrigas, entre cubanos y a ambos lados del estrecho, incluye el respeto a la opinión y al dolor del otro.
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